lunes, 19 de marzo de 2012

9 meses y una eternidad!



Hoy hace justo tres semanas que papá y yo nos internábamos para recibir a J. La superpanzota (y sí que era super) me permitió cumplir con todos y cada uno de los muchos compromisos que llenaron este febrero. Fuimos al cumple de M. (una de tus amigas del alma) y subimos al tren de la alegría a pesar de los 40 grados. Fuimos a la rural a ver a Kitty DJ, también con M. y también a pesar de los 40 grados. Festejamos mediodía, tarde y noche los cumples de M. S. y M. Compartimos las dos horas diarias de colonia, abanico mediante. Hicimos el enrrolladito (como le decís vos) para que sople la velita M. tu otra amiga del alma. Dormimos abrazadas como mochilas y desayunamos viendo dibujitos en la cama. Nos disfrutamos tanto, pero tanto, que el cambio me estaba dando miedo. Ese domingo, y como para que ya nada faltara en nuestra agenda, también era la muestra final de tu colonia artística y decidí internarme más tarde para poder ir a verte. No quería faltar. No quería fallarte. Era la última vez que compartíamos algo con vos como hija única. Y no me lo pensaba perder. Y en la muestra hiciste "estrellita" en las telas de acrobacia y lloré. Lloré por verte tan grande y por esa sensibilidad extrema que te da llevar vida en la panza a punto de independizarse. Tenía miedo. Todo iba a cambiar y ni vos, ni yo sabíamos cuanto. Ese domingo a la noche me internaba para que naciera J. y sentía mucho miedo. Miedo a que te enojaras conmigo. Miedo a que te sintieras desplazada. Miedo a no saber como desenvolverme. Miedo a que no quisieras quedarte en casa a esperarme. Miedo a que algo saliera mal. Miedo a dejarte sola para siempre. Miedo al dolor, al feriado, a la anestesia, al medico y partera de turno. Miedo. Mucho miedo. Tal vez más del necesario, pero en fin, eso es lo que pasaba por mi cabeza y no podía sentir otra cosa más que miedo.

La muestra fue corta y maravillosa. Vos te luciste haciendo lo que nunca habías hecho en las clases y yo sentí orgullo. "Esa es mi hija" pensé mientras te aplaudían. Y te amé más que nunca. Y supe una vez más que lo mejor de esta vida son los hijos y yo estaba a punto de tener otro.

Mis emociones estaban todas alborotadas. Mi cabeza a punto de explotar en mil partes.

Mi corazón corría una maratón interminable y yo que debajo de todo eso, intentaba que nadie lo notara.

Miedo. Felicidad. Calma. Mucha calma. Llanto. Incertidumbre. Excitación. Risa. Pánico. Alegría. Todo junto y a la vez.

Nunca. Pero nunca, me había sentido tan viva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario